Esperar con corazón enamorado


Sentía un escalofrío tremendo, desde mis pies hasta los sesos, pero lo más extraño era que aquella mañana del 16 de marzo había sido pronosticada de lo más tórrida.  Como si se tratase de una ciencia, deduje que la razón de ese frío incesante y  la causa de que sudara copos de nieve eran explicadas por el hecho de acércame a ella.

Traté de aproximármele lo más silencioso y tranquilo posible, no obstante el  acelerado latir de mi corazón fue percibido por sus sensibles oídos. Al reposar su mirada sobre mí, e identificar mi intento por dirigirle alguna palabra, se delineó en su boca una deslumbrante sonrisa como si dibujase con sus labios un mayestático arco iris: Radiante, celestial, pero inalcanzable. En esa escena volví a confirmar  que la sonrisa es la curva más adorable y anhelante de la mujer.

Antes de enfrentarme a ella me había propuesto no volver a repetir los balbuceos que en ocasiones anteriores me hicieron quedar mal, aunque de nada serviría ensayar múltiples y refinadas palabras para otorgarle mayor calidad y comprensión a mi discurso. Todo fue como lo presuponía: mi lengua se paralizó, y mis neuronas invadieron el pecho por lo que empecé a pensar con el corazón. Aún así me fue difícil recordar más de tres vocablos que pudiesen introducir una conversación. Un simple “hola” fue todo lo que pude deletrear, pero ella no imaginaba cuanta admiración invadía ese saludo.


Su reacción fue responderme de la manera más inocente y compasiva con un profundo “¿Cómo estás?”. Al percibir mi sentido auditivo su voz tan tenue y biensonante, recibí la inspiración necesaria para lograr mi cometido al anunciarle que cuanto esperaba hablar con ella, pero esta vez alejados de los terceros y el resto del mundo. Precisamente en el momento que terminé mi frase, el “ring-ring” de la campana del colegio resonó tan fuerte como de costumbre en todo su alrededor, avisándonos con su grito  que era hora de concluir nuestro receso e ingresar otra vez a clases. No hubo otra que interrumpir la plática. Mi corazón estaba preparado para derramar sangre en formas de lágrimas que resbalasen de mis ojos, pero nuevamente su angelical voz conmovió mis cincos sentidos al decirme que al término de clases de ese lunes me brindaría la oportunidad para hablar sobre lo que ambos estábamos alargando.       

                                                                                 

Eran tres horas el tiempo que me distanciaba para verla otra vez, y así ser partícipe de un inigualable deleite. Deje a un lado los Teoremas de Pitágoras y los Binomios de Newton que descansaban en mi cuaderno. Le encontré una mejor utilidad a mi lápiz al dibujar el nombre de ella por todo el pupitre. Los nervios ocasionaron que medio estuche de bolígrafos terminaran decapitados por la filosa mordida de mis dientes. Sin duda alguna, se aproximaba uno de los momentos más decisivos de mi vida. Tras un año de espera, llegaría la hora H que tanto anhelaba en sueños. Realmente me sentí perdido en el tiempo: Por un lado rogaba que éste avanzase con mayor rapidez para poder presenciar ese par de soles  eternos asomados en su mirada, su piel dorada como el ocaso perfecto entre las olas, y su caminar  taciturno con paso milimetrado. Sin embargo, por otro lado, también deseaba que el tiempo transcurriese con más lentitud  para evitar recibir una dolorosa estocada en mi alma, aunque sabía que lo que debía pedir al Cielo era armarme con suficiente valor y esperanza.



Faltaban solo unos cuantos minutos para saber qué pasaría con el resto de mi vida: Sería destino o ilusión. No dejaban de lloverme pensamientos sobre todo el amor que le había manifestado. Un sinnúmero de recientes recuerdos me invadían: Cartas, dulces, intercambios de palabras, alegrías y sonrisas. Todos ellos estaban bien atesorados con la llave de su libertad extraviada. Un “Big-Bang” en mi mente estaba a punto de ocurrir, pero el ruido de la campana que anunciaba la salida evitó que esto sucediese. No sabía qué hacer si correr a ella o correrme de ella, finalmente terminé por elegir  la  primera opción, la elección que todo mi ser ansiaba.  Mis pasos se dirigían hacia ella en misteriosos movimientos involuntarios.  Decidido a no morir en la orilla, me llene de valor para continuar juntos la más larga e inolvidable caminata que haya dado en toda mi vida.

0 comentarios:

Publicar un comentario

• Forma parte de este Diario no solo con tu lectura, sino también al dejar tu opinión en un comentario • Todos los comentarios son bienvenidos y respondidos • Conversa con este Principito

¡Comparte a este principito!
>